La
vida y nada mas...
Título
en Inglés: Life and nothing more... o “Life goes
on...”
Zendegi
va digar hich(1992)
País:
Irán
Guión
y Director: Abbas
Kiarostami
95
min.
La
película “La vida y nada más” es la segunda de la Trilogía
denominada ‘Rostam-abad’ o ‘Koker’ denominadas así por la
zona en la que están rodadas. La trilogía está formada por la
anterior Donde está la casa de mi amigo /Khane-ye
doust kodjast?/ Where is the Friend’s House? (1987) y por la
posterior A través de los olivos / Zire darakhatan
zeyton/Through the Olive Trees (1994).
Estamos
ante una road movie, rodada con cierto tono de documental, esta
película nada tiene que ver con el filme del mismo nombre de
Bertrand Tavernier.
El
argumento, como ocurre en general con el cine iraní, tiene varias
lecturas. El título de la película “La vida y nada más”, se
queda corto, en realidad es “La vida y mucho más”...
La
trama:
El
actor Farhad Kheradmand
interpretando al director de la primera película de la
trilogía (Donde está la casa de mi amigo), intenta
llegar a Koker, la zona donde viven los actores que actuaron a sus
órdenes para interesarse por su vida tras un aparatoso terremoto,
lleva incluso carteles con fotos para localizarles. Le acompañan, su
hijo (Puya) y un destartalado coche. Estos y una carretera llena de
obstáculos son los protagonistas principales.
La
carretera representa la vida, el coche, posiblemente, el vehículo o
el cuerpo con el que todos recorremos esa carretera o vida. El
hombre sabe donde quiere llegar pero la carretera se lo impide
continuamente, no sabe lo que les espera tras cada recodo y tampoco
sabe si el camino que lleva es el correcto, por ello, no para de
preguntar al igual que la mayoría de los humanos cuando nos creemos
perdidos si vamos por donde debemos. La carretera (la vida) es
tortuosa pero no solitaria, está flanqueada por gentes entrañables
y solidarias que lo han perdido todo salvo la esperanza, que luchan
por salir de la adversidad, por reconstruir sus hogares, por seguir
viviendo, por sonreír y mirar la vida de frente sin dejarse
intimidar por la desgracia. Estas situaciones vienen plasmadas en
planos largos y silenciosos desde dentro y hacia fuera del coche lo
que nos sirve para evaluar el desolado paisaje y las consecuencias
del terremoto, humanas y materiales; en otros planos no menos largos
del protagonista se reflejan en su rostro y expresión la gravedad de
todo lo que contempla. Estas imágenes hablan sin necesidad del
guión.
El protagonista,
recorre esa carretera de la vida, en silencio pero con ganas, con
determinación en cumplir la parte que le ha tocado en la tragedia:
ayudar y saber de los que con él han trabajado, yendo continuamente
de acá para allá en su viejo coche que no siempre responde al reto.
Puya, su hijo
simboliza el futuro, la continuidad del padre en el tiempo y que,
como niño es preguntón y revoltoso, el pretender encontrar un
refresco frío en un puesto entre las ruinas del terremoto denota,
inocencia y no percatarse de la gravedad de lo que le rodea quizás
por verse amparado y seguro por la figura de su padre, el mayor
empeño del chaval es poder ver un partido de fútbol que se
retransmite ese día por TV. Que él y muchos otros priorizan sobre
el sufrimiento. Como ser espiritual es un pequeño ángel capaz de
dar explicaciones, consolar y dar cariño cuando se le presenta la
oportunidad.
Los
razonamientos del niño son muy tiernos y con mucho fondo
especialmente los relativos a la caza de un saltamontes para criarlo
y prepararlo para la emigración (que es lo que muchos hemos tenido
que hacer con nuestros hijos) porque: “el saltamontes debe emigrar
a otro sitio cuando se haya acabado la hierba en el que vive” y el
dialogo que mantiene con la lavandera que ha perdido a su hija mayor
(buena estudiante), al apuntar a la madre que: “así la niña se
libra de hacer sus deberes” o le cuenta la historia de Abraham y el
sacrificio de Isaac.
A
lo largo de esa carretera o vida se encuentran muchas situaciones: la
joven madre en un tupido bosque de troncos y ramas retorcidas son
símbolo de la enrevesada situación en la que se encuentra la
misma, no necesita mas explicación. Pero la parte en la que
posiblemente mas se resume y transmite la filosofía de la película
es en el encuentro entre el protagonista y un joven recién casado
que busca sus calcetines blancos y se limpia los zapatos entre las
ruinas, que no aplazó su boda a pesar de la muerte de 65 de sus
familiares y de la anciana que ha quedado sola y que es consciente
de su soledad y de sus propios medios para sobrevivir. Juventud y
vejez responden al unisono ante la adversidad. Gentes que luchan por
poner de nuevo orden en sus vidas, solo con sus manos y que han
perdido todo.
Tal
que así viene siendo la historia de la humanidad desde siempre, caer
y levantarse. No existe otra opción. Toda la obra del hombre
resulta destruida pero la naturaleza sigue siempre ahí invitándonos
a seguir y la vida, al igual que el plano final de la película,
continúa... Siempre con un paso mas allá.
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