El
Arte de no entender nada, a pesar de:
2011:
Oscar: Mejor película de habla no inglesa. Nominada a Mejor guión
original
2011:
Festival de Berlín: Oso de Oro a la Mejor película, Mejor actor,
Mejor actriz
2011:
Globos de Oro: Mejor película de habla no inglesa
2011:
National Board of Review: Mejor película extranjera
2011:
Premios Cesar: Mejor película extranjera
2011:
Critics Choice Awards: Mejor película extranjera
2011:
Círculo de críticos de Nueva York: Mejor película extranjera
2011:
Independent Spirit Awards: Mejor película extranjera
2011:
Satellite Awards: Nominada a Mejor película de habla no inglesa
2011:
Asociación de Críticos de Los Angeles: Mejor guión
2011:
Premios BAFTA: Nominada a Mejor película de habla no inglesa
2011:
Premios Guldbagge (Suecia): Mejor película extranjera
2011:
British Independent Film Awards: Mejor película extranjera
2011:
Premios David di Donatello: Mejor película extranjera
...a
pesar de los premios.
Nunca
podrán los iraníes poner en duda el reconocimiento de su
cinematografía por parte de Occidente. El cine iraní, normalmente
gusta. ¿Por qué?: yo diría que por su exotismo, su belleza, su
transmisión de valores, su calidad y su capacidad para transmitir
“ocultos entre líneas” o en metáforas otra serie de matices.
En Nader
y Simin, no
encontré casi nada de lo anterior, salvo el reconocimiento europeo.
No entraré en su faceta técnica y artística, pero sí diré
lo que como espectador me pareció:
Una
duración excesiva provocada por acontecimientos que suceden, sobre
todo, en la segunda parte y que reciben un tratamiento repetitivo que
llega a cansar. La historia, muy interesante al inicio no transmite
ningún valor a considerar como positivo. Una esposa deseosa de
abandonar su país pretendiendo en un acto de supremo egoísmo
arrastrar a su marido de cuyo único cuidado depende un anciano padre
enfermo de Alzheimer y a una hija adolescente indecisa que siente
pasión por su padre y abuelo y que ante el abandono del hogar
familiar por parte de su madre decide permanecer (en principio) al
lado de ellos. Una criada de aparente convicción religiosa firme que
no la impide engañar ni mentir, descuidar su trabajo, atar a la cama
y abandonar a un inválido y que apoya y encubre a un marido
violento y sin escrúpulos ante el dinero; un robo sin esclarecer,
una niña espectadora de toda esa violencia, un pretendido accidente
manipulado hasta sus máximas consecuencias y solo un personaje
coherente. El marido, padre e hijo (todo al tiempo) sufridor que
tiene que afrontar como Dios le da a entender el abandono y las
presiones de su esposa, el cuidado de su hogar, de su padre enfermo,
de su hija adolescente, su trabajo y encima cargar con una acusación
de asesinato por haber sido encontrado falsamente culpable de
provocar un accidente a la sirvienta a la cual provocó también
falsamente un aborto. Las mujeres salen especialmente mal paradas,
salpicando este trato hasta a la profesora testigo.
El
final de la película (entiendo que abierto) deja al espectador un
poco “a cuadros” y con la sensación de haber sido testigos de
una tragedia cuyo final desconoce y por tanto de algo no resuelto
satisfactoriamente, aunque en aras de la verdad, la vida tampoco es
justa ni la resolvemos a nuestro antojo. Personalmente me quedo con
la duda de lo que el director (autor también del guión y de todo el
enredo) ha querido comunicar.
Ante
la avalancha de premios, uno puede plantearse si estará equivocado
por ello ante la duda, lo mejor verla y sacar personalmente la propia
conclusión. Y como siempre la calificación definitiva a tanto
merito, lo pone la taquilla.
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